Los valientes no asesinan!


Estando Juárez en Guadalajara el 13 de marzo de 1858 se reveló contra su gobierno un sector del ejército encabezado por el Coronel Filomeno Bravo, siendo aprehendido el Presidente de la República y sus ministros en el palacio de gobierno. Al acercarse imprudentemente el coronel liberal Miguel Cruz Aedo la tropa rebelde decidió fusilar a los prisioneros. Así cuenta el héroe de la jornada, Guillermo Prieto, lo que siguió enseguida:"El jefe del motín (Bravo), al ver la columna (de Aedo)en las puertas de Palacio, dio orden para que fusilaran a los prisioneros. Eran ochenta por todos. Una compañía del 5° se encargó de aquella orden bárbara. Una voz tremenda, salida de una cara que desapareció como una visión dijo: "Vienen a fusilarnos". Los presos se refugiaron en el cuarto en que estaba el señor Juárez; unos se arrimaron a las paredes, los otros como que pretendían parapetarse con las puertas y con las mesas.

El señor Juárez se avanzó a la puerta; yo estaba a su espalda. Los soldados entraron en el salón... arrollándolo todo; a su frente venta un joven moreno, de ojos negros; era Peraza. Corría de uno a otro extremo, con pistola en mano, un joven de cabellos rubios: era Moret (Pantaleón). Y formaba aquella vanguardia don Filomeno Bravo, Go­bernador de Colima después. Aquella terrible columna, con sus armas cargadas, hizo alto frente a la puerta del cuarto... y sin esperar, y sin saber quién daba las voces de mando, oímos distintamente: ¡Al hombro! ¡Presenten! ¡Preparen! ¡Apunten...!" Como tengo dicho, el señor Juárez que estaba en la puerta del cuarto, a la voz de "¡Apunten!" se asió del pastillo de la puerta, hizo hacia atrás su cabeza y esperó... Los rostros feroces de los soldados, su ademán, la conmoción misma, lo que yo amaba a Juárez... Yo no sé... se apoderó de mí algo de vértigo o de cosa de que no me puedo dar cuenta... Rápido como el pensamiento, tomé al señor Juárez de la ropa, lo puse a mi espalda, lo cubrí con mi cuerpo... abrí mis brazos... y ahogando la voz de ¡fuego! que tro­naba en aquel instante, grité: "¡Levanten esas armas! ¡Levanten esas armas! ¡Los valientes no asesinan!..." Y hablé. Yo no sé qué hablaba en mí que me ponía alto y poderoso, y vela, entre una nube de sangre, pequeño todo lo que me rodeaba; sentía que lo subyugaba, que desbarataba el peligro, que lo tenía a mis pies... Repito que yo hablaba y no puedo darme cuenta de lo que dije...

A medida que mi voz sonaba, la actitud de los soldados cambiaba... Un viejo de barbas canas que tenía enfrente, y con quien me encaré diciéndole: "¿Quieren sangre? ¡Bébanse la mía...! ¡alzó el fusil... los otros hicieron lo mismo... Entonces vitoreé a Jalisco! Los soldados llo­raban, protestando que no nos matarían, y así se retiraron como por encanto... Bravo se puso de nuestro lado, —Juárez se abrazó de mí... mis compañeros me rodeaban, llamándome su salvador y el salvador de la Refor­ma... mi corazón estalló en una tempestad de lágrimas..."

2 comentarios:

  1. He ahí un acto de valentía, honor y convicción, cualidades que solo tienen quienes aman a su patria...

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